Alta fue la factura que tuvo que pagar el maltrecho pueblin de Villarín por estar localizado en uno de los puntos de mira que en mente tenía el señor oscuro del concejo, para disparar con la escopeta de la destrucción. En penitencia permanente viven ya los resignados vecinos, que han visto como se les modificaba la pista tradicional para acceder a su aldea, hasta en tres ocasiones.
La actual arranca desde la parte alta del pueblo de Tormaleo, con un trazado de unos 3 kilómetros que van rodeando el pueblo de Fondodevilla para subir en pendiente por Pena Furada e ir bordeando la escombrera que la cantera a cielo abierto creó, para depositar tanto escombro como pudo y de la que, tal y como se aprecia desde Torga, hay importantes corrimientos de terreno que ya han provocado un encajonamiento, preocupante, del río Luiña a dicha altura.
Diferenciaremos dos clases de vistas si transitamos por esta carretera. Por un lado tendremos las que han hipotecado paisajísticamente a la parroquia de Tormaleo y las que no dejaremos de agradecer a los dirigentes que las hicieron posibles. Por el contrario, si somos capaces de dar la espalda a este desastre medioambiental, disfrutaremos de aquellas que nos proporciona el bonito valle de Luiña y el cordal montañoso encabezado por el Pico Miravalles.
Villarín es otra de tantas aldeas con un pasado lleno de gente pero con un futuro preocupante. Apenas una casa sigue habitada durante todo el año, el resto, en el mejor de los casos son utilizadas como segunda residencia o permanecen en situación de abandono.
Al estar situada sobre una ladera, se estructura de forma escalonada. Pueden diferenciarse tres partes o estancias comunicadas todas ellas por un camino debidamente encementado. Recorrerlas no costará mucho tiempo, no es una aldea de gran tamaño.
Abundan en Villarín las casas de piedra que parecen haberle ganando la batalla a aquellas de ladrillo pero no al progreso ni al cambio generacional. Varias de ellas no han podido vencer los duros inviernos de este lugar y yacen caídas. Una verdadera pena, que por desgracia sufriremos también más pronto que tarde en nuestros pueblos.
Parece ser que tuvo el lugar una pequeña capilla dedicada a la Virgen de Atocha. Fue quemada durante la Guerra Civil y no conserva ninguna de las imágenes que poseía.
Pacientes deberemos ser si queremos toparnos de frente con algún hórreo o panera. Tan solo hay un par en todo el lugar y a juzgar por la distancia a la que se encuentran, aparentan estar reñidos.
De los dos, debió haber ganado con distinciones, la panera de casa del Meirazo situada en la parte baja del pueblo. Merece la pena recorrer el lugar tan solo por quedarse pasmado mirándola. Su llamativa estructura de tabla decolorada por el sol de Villarín, se queda pequeña si uno se fija en la perfección de la plomiza losa de su tejado. Tremendamente vistosa y joya a destacar si hiciéramos competición, en un ranking de hórreos y paneras de Ibias.
Antes de terminar el reportaje, no puedo pasar por alto que Villarín junto con su vecino de vistas Torga, fueron los primeros pueblos de Ibias en tener luz eléctrica, producida por una pequeña central hidroeléctrica financiada por ambos en el año 1948.
Hoy en día, estos cables parecen más puentes que tiende el pueblo hacia Torga que meros conductores de electricidad. Quiere liberarse de ese monstruo negro y ruidoso al que todos llaman "cantera" y que lo ha retenido de por vida.