domingo, 30 de junio de 2013

Ferreira, un pueblo con mucha vista

Por los caminos de la vida voy cavilando el destino de mis acciones, planeando y planificando el futuro de mis próximos pasos, que siempre van acompasados con la añoranza que me produce el estar lejos de esa tierra a la que tanto quiero. Esa gran Ibias, bella madre que nos meció en la cuna de sus valles y envidia de tantas otras madres asturianas, por ser la única que puede presumir de conservarse bien, pese al paso de los años y de los partos


De uno de esos alumbramientos nació el pueblo de Ferreira, enclavado en la vertiente izquierda del tramo bajo del valle del Ibias, a unos 580 metros de altitud y a tan solo tres kilómetros de la capital del concejo. 


Su acceso es cómodo, fácil de recorrer y llamativo a la vista, pues discurre por un trazado de carretera que tomaremos a la salida de la villa de San Antolín y desde el que iremos ganando altura para llegar al pueblo de Ferreira, sin más dificultad que la que supone dejar de contemplar las vistas para centrarse en la conducción. 


Antes de recorrerlo a pie, conviene hacer una pequeña parada en su fuente para probar sus aguas, que al ser de Ibias siempre serán buenas, limpias y frías. Ideales para combatir el sol de justicia que hace en esta región y que es la envidia de otras, que dicen que lo tienen pero en realidad no saben como es. San Lorenzo es caprichoso y solo enseña su lucida cara en esta zona de Asturias. 


Muy cerca de la fuente se levanta una pequeña capilla dedicada a Nuestra Señora de La Soledad que guarda en su interior además de la imagen titular, la de Santa Bárbara y San Roque. Su estructura a dos aguas y el cancel abarrotado que guarda a los santos, está en un estado de conservación excepcional esbozo de la unión de sus vecinos


Verdadero gusto produce pasear por los caminos encementados de Ferreira. Yo que soy de la zona alta del concejo en la que debido a la altitud apenas hay viña, me maravilla recorrer esos laberintos emparrados que a modo de guía, van marcando el camino entre casas y adornando el lugar sin necesidad de un vistoso mobiliario. 


Sus casas son robustas, de grandes muros, grandes dimensiones, grandes corrales y portones. Presumen de vistas y no es para menos, pues la mayoría de ellas más que casas son miradores en los que abrir la ventana es un verdadero placer para la vista. 


Forma el pueblo de Ferreira las casas de Rua, Cancio, Carmela, Pepón, Alvarón, del Vale, del Payeiro, de Julia y del Sexto, las cuales están habitadas por 9 personas de manera permanente. 


Y en grandes pueblos siempre hay grandes vecinos, Clemente Díaz López (El gaiteiro de Ferreira) es el ejemplo más evidente. Para todo aquel que no sea aficionado a este tipo de música, diremos que Clemente, era uno de los gaiteiros más reclamados y reconocidos en todas las verbenas, no solo de Ibias sino también de la zona de Galicia y los Ancares Leoneses


Nació el 20 de julio de 1920 en la aldea gallega de Villauxin  y se desplazó con muy pocos años al pueblo de Ferreira, pues su lugar de nacimiento fue sepultado por las aguas del embalse de Grandas de Salime. Ha recibido numerosos reconocimientos por su trayectoria musical, incluso llegó a grabar un disco, aunque no hay mayor reconocimiento que aquel que le hacen con el recuerdo de sus sones, los más mayores de cualquier aldea que pisó esta figura de la gaita. 


Injusto sería acabar el reportaje sin hablar de los hórreos y paneras del lugar. Un par de ellos conviven de manera amistosa aunque alejados entre sí dentro del pueblo, del que merece reseña este magnifico ejemplar de color oscuro. 


¿Cuántos pueblos pueden presumir de ver desde sus dominios 12 de las 78 aldeas que componen el concejo de Ibias?. San Esteban, Mergulleira, Valvaler, Piñeira, Cadagayoso, Pousadoiro, Cuantas, Folgoso, El Montillo, Carbueiro, Uría y Lagüeiro están en el punto de mira de este mirador natural.

domingo, 16 de junio de 2013

Caminando la braña de Arandoxo

Anrandoxo es otra de tantas entidades de población del concejo de Ibias difíciles de clasificar, pues si bien por sus entrañas formó y forma una bonita aldea, su localización, altitud y forma también dejan clarísimo que fue una buena braña comunal.


A ella se desplazaban haciendo trashumancia los vecinos de los pueblos cercanos con sus rebaños de ganado durante todo el periodo estival y convivían con los propios vecinos de la aldea. Cabe destacar la llanura de esta braña y por ende la de sus fincas, perfectamente delimitadas por paredes empedradas.


Enclavada  a 1.120 metros de altitud y dentro de la parroquia de Pelliceira, Arandoxo es otro de los cielos de Ibias. Para llegar a ella habrá que tomar el desvío en la AS-212 y recorrer una empinada pista de unos siete kilómetros en dirección a Pelliceira para volver a desviarnos, esta vez por un camino de tierra, que nos conducirá directamente a ella. 


La llegada a la braña es alentadora, fresca y visual. Alentadora porque desde ella puedes llenar los pulmones con el buen oxigeno de Ibias, fresca porque al encontrarse a tanta altitud, el viento sopla fuerte y la sensación de frío es bastante elevada y visual porque desde este enclave podemos alcanzar a ver las cuatro panorámicas del concejo de Ibias. 


Su interior guarda en cierta media la esencia de una aldea de las de antes, de las de verdad. Caminos sin encementar, praos delimitados por paredes de piedra y carriles de madera, casas de piedra con techos de pizarra y dinteles y portadas labradas por el paso de los años. Varias Pallozas desperdigadas por el lugar y de las que aún se conserva la estructura acaban de componer este maravilloso lienzo. 


Canta la coplilla popular: "Este pandeiro que toco e de pelello de corzo, tocabano en Pelliceira, resoaba en Arandoxo". Estos versos que le sentí cantar con mimo a Adelaida de Villaoril, me hubiera gustado escucharlos en boca de alguna señora mayor que habitara por estos lares, pero lo cierto es que en Arandoxo ya no resuena nada más que la paz y tranquilidad que le proporciona su aislamiento y olvido.


Hubo en el lugar una antigua capilla pequeña dedicada a San Lorenzo aunque corrió la misma suerte que otras. Fue pasto de las llamas durante la Guerra Civil Española. 


Pese a ser un lugar abandonado o por lo menos poco o nada habitado está bastante bien mantenido. La práctica totalidad de sus fincas están en perfecto estado de conservación e incluso se ve que tiene prados con presas hechas y el agua echada. No se conserva del mismo modo el antiguo camino que reconvertido en ruta, sirve de punto de unión entre los pueblos de Flogueiras de Boiro y el propio Arandoxo. Señalizado por el Ayuntamiento y anunciado en folletos como un sendero de ruta, está totalmente impracticable...


Acabaré este reportaje de igual modo que termino muchos otros de los que hago, dejando la puerta abierta para que os animéis a recorrerlos, degustarlos, ponerles realidad a estas fotos y contribuir con ello a conocer y apreciar lo valioso de nuestra zona, que no es otro tesoro que aquel que nos dejaron en legado nuestros antepasados. 


Abrir los ojos, calzar las botas, pillar el coche y recorrer los pueblos de Ibias, que a su vez son los vuestros. Merece la pena abrirles la puerta y caminarlos. Hay tanto que ver, tanto que descubrir, tanto dónde mirar y tanto por lo que sentir orgullo, que elegir otro destino de vacaciones, siempre será una opción mala y pobre en contenidos... 

domingo, 2 de junio de 2013

La niña pequeña de Ibias

¿Quien fue aquel que pensó que las aldeas pequeñas no tendrían cabida en esta página? Equivocado estaba pues el que pensaba que había pueblos y aldeas de primera y otros, que simplemente por su tamaño, debían quedarse muertos en la memoria de la cámara de fotos.  


La aldea de Montillo es el fiel reflejo de esta afirmación. En ella todo lo que hay se cuenta con los dedos de una mano. A penas un par de casas, un payeiro y un hórreo de pequeño tamaño dan vida al sitio, que posiblemente es, la aldea o una de las aldeas más pequeñas del concejo de Ibias


A unos 250 metros de altitud, el Montillo se encuentra a medio camino entre su hermano mayor, Carbueiro  y la capital del concejo, San Antolín de Ibias. Su privilegiada situación con esta parroquia de la que forma parte, le permite gozar de todos los servicios básicos que otras, por lejanía tienen más limitados. 


No os penséis que el Montijo por tamaño no puede sumar algún ejemplar al registro de hórreos y paneras de Ibias. Este que veis en la foto es su aportación particular, pequeño, erguido, viejo y bonito.   


Asienta sus pequeñas posaderas en cuatro pegollos de madera que le dan la altura suficiente para no estar posado en el suelo. Su bonita "punteira" para ayudar a dar el paso al interior, resulta menos bella si nos fijamos en la simple talla de su puerta. Choca cuanto menos lo que parece ser una "gateira" y que entiendo que no siempre debió de formar parte de este hórreo. 


Desde el punto de vista de las estadísticas, esta aldea es de las más privilegiadas en cuanto a población. Tiene una casa, la del Ferreiro, que está habitada durante todo el año, por lo que podemos decir que es de las pocas que no pierde población dentro del concejo. ¿Cuántas pueden decir lo mismo?